
Vida y Obra del General Francisco Ramírez Martín.
Primera parte
Por: Simio Ortega
San Miguel el alto Jalisco, México.
En el amanecer del 13 de octubre de 1841, acompañado de una hermosa luna llena de las que solamente en dicho mes se observan en la región de los altos, a las 2 de la mañana ve por primera vez la luz de este mundo, él niño Francisco Ramírez Martín; que más tarde sería un héroe nacional; aunque muy poco conocido en nuestra patria e ignorado por los historiadores oficiales.
Francisco, hijo legítimo de Gregorio Ramírez y de Carmen Martín, sus abuelos paternos: Nicolás Ramírez y Margarita Muñoz, abuelos maternos: Joaquín Martín y Rita Barba; es bautizado en la parroquia de San Miguel Arcángel el día 23 de octubre de 1841 por el Sr. Cura Don José Mª Paguía, y sus padrinos fueron: Pedro Martín y Rita Jiménez.
Vivió su niñez en su pueblo natal como todos los niños de su edad; aunque en un ambiente poco propicio para la niñez de este tiempo, ya que los invasores norteamericanos invadían nuestro país; tal vez al pequeño Francisco le tocó ver cómo algunos vecinos marchaban con rumbo desconocido, a defender nuestra Patria tal vez para nunca más volver.
Cuentan algunas personas que ya desde chico tenia vocación de militar pues siempre era el líder de la palomilla en sus juegos, sobre todo cuando jugaban a la guerra.
Sus primeros estudios que obtuvo, fueron en la escuela pública de este lugar, más tarde ingresaría al colegio militar junto con otros paisanos.
En 1854 servía al Estado de Jalisco como guardia del estado, posteriormente en un informe de la Secretaria de Guerra y Marina, dá fecha de su primer empleo en el ejército, que fue el 18 de diciembre de 1857 y es empleado como Alférez de guardia Nacional, durando 6 años 14 días.
Por otra parte en esos años empezó la formación de los Cuerpos de Rurales. Obedeciendo a México, á una posible exigencia de la situación en que el país se encontraba después de la guerra de los 3 años.
Esta situación por un lado, por otro, un numeroso grupo de soldados meramente voluntarios que habían hecho con notable brío toda la campaña contra la Reacción; que no podían, por lo mismo, ser abandonados por el gobierno; pero que se habían ocupado en esa especialidad de guerra del país, que se llama guerra de guerrillas, en la cual la ordenanza y la disciplina de los ejércitos regularizados no pueden ser tan estrictas como se debe, si es que se pueden imponer con buen resultado.
Estos ciudadanos armados eran mucho más a propósito que para el servicio de la plaza, para el servicio de policía en los campos, en las localidades en que habían guerreado; cuyos secretos, hasta los más recónditos, les eran familiares, y la ley que la creó fue firmada por el Ilustre General Ignacio Zaragoza, el 5 de mayo de 1861; y decretado por: « El Exmo. Señor Presidente interino de los Estados Unidos Mexicanos, BENITO JUÁREZ.
Dichas fuerzas presentaban un aspecto arrogante, pues eran estupendos jinetes; hay historiadores que manifiestan que la charrería nació de estos integrantes del ejercito, incluso afirman que el uniforme que portaban se quedó para las futuras figuras del charro mexicano.