La Charrería surgió con los españoles


El traje de charro fue creado como indumentaria de protección, poco a poco según las necesidades, para las faenas en el campo, era un equipo de protección; no como el lujo que es hoy

Fue declarada deporte nacional gracias a Manuel Ávila Camacho | Karla Barba | El Sol del Centro

Andrea Esparza | El Sol del Centro

La Charrería, tiene sus orígenes en los caciques Otomíes, Nicolas Montañez, Fernando de Tapia y el instructor Fray Pedro Barrientos, contribuyeron en su cimentación el Santo Varón Sebastián de Aparicio, adquirió la Hacienda de Careaga, entre Azcapotzalco y Tlalnepantla en el Estado de México; donde se dedicó a la agricultura, pero también a la ganadería, mostrando la doma de bovinos y luego del ganado caballar, y así nació en las Haciendas de los Estados de Hidalgo, Puebla y el Estado de México tomaron esta tradición, extendiéndose por toda la Nueva España, ejerciendo en el Virreinato de La Nueva Galicia, actual estado de Jalisco.

Para 1880 tuvo el origen profesional, Ponciano Díaz, de Atenco Hidalgo, fue el pionero, con gran impulso, lo conocimos gracias a sus diversos corridos como “el Charro Ponciano”, en 1894 en Monterrey Nuevo León, se reunieron para irse a la Unión Americana, efectuando la primera gira charra, que se repetiría con frecuencia.

Este arte, ha sido tema de poetas, pintores, músicos historiadores, artesanos, todos amantes de las tradiciones y raíces mexicanas, en tanto que la Charrería, está vinculada también con la sastrería, la sombrerería, platería, zapatería, talabartería, fuetería, curtiduría y construcción de reatas, bordados.

Fue declarada deporte nacional gracias a Manuel Ávila Camacho, presidente de la República, y desde entonces el 14 de septiembre como el día del Charro y es catalogado como uno de los más completos, gracias a que se realiza al aire libre y se activan todos los músculos del cuerpo, al comenzar el movimiento del caballo, para fijar la fuerza con los animales dominados.

Son 9 suertes y se denomina así, porque dependen de la voluntad de la bestia, siendo que por más entrenamiento y preparación que exista, si el animal no se presta, las suertes no se realizan con el lucimiento y éxito esperados.

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